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viernes, 29 de noviembre de 2013

Sobrevivir esa es la cuestión


"Jamás piensen que una guerra por necesaria o justificada que parezca, deje ser un crimen" Ernest Hemingway

No puedo más que empezar esta editorial recordando a los más de cincuenta mil judíos que perdieron su vida en la ciudad polaca de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial a manos del régimen nazi. Debo reconocer que no conocía en profundidad esta historia y a medida que iba investigando, más horror me generaba. Las condiciones infrahumanas en las que vivía la población y el maltrato hacia la persona son indescriptibles.

Pero traté de centrar mi trabajo en los enfrentamientos bélicos a través de la historia. Y como el que mucho abarca poco aprieta tuve que seleccionar a las guerras específicamente. Las guerras mundiales han sido las más impactantes por la magnitud de víctimas y destrozos a nivel global, pero sobre todo por las penurias que tuvieron que pasar los soldados. He ahí la elección del nombre del blog.

Y la elección del tema quizá sea porque uno vio tantas películas que piensa que eso le da un conocimiento sobre la guerra. Lo cual no es así. Muchas veces los films no representan  de la mejor manera como lo puede describir el alemán Remark en sus libros o Wladyslaw Szpilman en “El pianista del gueto de Varsovia”.

Pero hay algo que me llevó a decidirme: Las cartas de los soldados. Tienen algo especial en la forma de narrar que describen casi a la perfección las vivencias y las emociones por las que pasan. Amor, miedo, horror, pena, todas esas cosas juntas se pueden encontrar en una carta.

Sin embargo, y a modo de conclusión, la guerra no debe justificarse. Los daños humanos y materiales son irreparables. Los más de quinientos soldados argentinos que dejaron su vida en Malvinas no deben ser en vano.





Erich Paul Remark


Nacido en la ciudad alemana de Osnabrück el 22 de junio de 1898, Erich Paul Remark fue un famoso escritor nacionalizado estadounidense que acostumbraba firmar sus obras con el seudónimo de Erich María Remarque.

Criado en el seno de una humilde familia de origen francés, estudió en la Universidad de Munster donde adquirió aptitudes como narrador para más adelante plasmar en papel el horror de la Primera Guerra Mundial.

También maestro, comerciante y periodista deportivo, alcanzó la fama con su exitosa obra “Sin novedad en el frente” (1929) en la que describe las penurias de la Primera Guerra Mundial desde la mirada de un joven soldado de 21 años.

Censurado por Adolf Hitler, Erich criticó al régimen nazi siempre que tuvo oportunidad y decidió abandonar su tierra natal para trasladarse a primero a Suiza y luego a Estados Unidos.

El autor de muchos relatos que merecieron varias traducciones y fueron adaptados al cine, se casó y divorcio en dos oportunidades con Ilsa Jeanne Zamboui. Al margen del matrimonio, mantuvo breves romances con las actrices Greta Garbo y Marlene Dietrich.

Otras de las obras que le permitieron a Remarque sumar experiencia como escritor y ganar popularidad y reconocimiento a escala internacional son: “Tres camaradas”“Arco de triunfo”“Tiempo de vivir, tiempo de morir”“El obelisco negro”“La noche de Lisboa” y “El cielo no tiene favoritos”.

El enemigo máximo del nazismo, encontró la muerte en la ciudad suiza de Locarno el 25 de septiembre de 1970.


jueves, 28 de noviembre de 2013

¿Somos lo que llevamos?



Los enfrentamientos militares han existido a lo largo de la historia de la humanidad, y todo indica que van a seguir existiendo mientras el hombre esté en la tierra. Las causas que desencadenan una guerra son múltiples pero las expansiones territoriales y las ambiciones económicas - políticas son las principales.

La Primera y Segunda Guerra Mundial han dejado consecuencias terroríficas en lo material con ciudades enteras que han sido destruidas y en lo humano, lo más importante al fin y al cabo, con cifras que aun hoy no deja de sorprender. Más de 70 millones de víctimas son las que se cobraron los conflictos bélicos a lo largo y a lo ancho del planeta. Y para que no se vuelva a repetir semejante enfrentamiento armado, se creó tiempo después de sendas guerras la Organización de Naciones Unidas.

Sin embargo, no es mi intención analizar la guerra en su estado puro, sino a los soldados y las necesidades que muchas veces no se satisfacían tanto en Vietnam en el contexto de la Guerra Fría como en la Guerra de Malvinas.

La vida de las personas está compuesta por un presente efímero que inmediatamente se trasforma en pasado con el correr del tiempo. Ese presente tiene que ver con las ocupaciones y pensamientos que tiene un ser humano. Y he aquí a donde quiero llegar: Pero también la vida está conformada por las cosas que llevamos con nosotros, que nos identifican, que muchas veces son indispensables o al menos así lo pensamos. Lo mismo sucede en el campo de batalla.

En Vietnam los soldados norteamericanos llevaban cigarrillos, chicles, cantimploras con agua, cepillo de dientes, algunos llevaban drogas por necesidad, fotografías y cartas. También raciones de comida, aunque no tenían problemas con las provisiones, cada dos días llegaban helicópteros con cargamentos.

En la novela “Las cosas que llevaban los hombres que lucharon “escrita por el norteamericano y ex soldado Tim O´Brien, cuenta la experiencia de la compañía Alfa en Vietnam y contextualiza: “Llevaban todo el bagaje de emociones de los hombres que podían morir. Pena, terror, amor, añoranza: eran cosas intangibles, pero aun siendo intangibles tenían una masa y una gravedad especifica propias, tenían un peso tangible” (p.7:1990)

Casi todos llevaban fotografías. Y algunos cargaban con pesadas cartas en la mochila. Las cartas generalmente eran las que le enviaban sus esposas o novias o la misma familia, preocupados por ellos. Cuando escribían los soldados norteamericanos, generalmente mencionaban la cuestión religiosa. Aludiendo a que “Dios” los iba a ayudar o que gracias a Él no había atacado su posición todavía. La creencia estaba muy presente.

En Malvinas las cosas eran muy diferentes, por lo menos para los argentinos. Si bien nada tiene que ver con la Guerra Fría y Vietnam, en los batallones de Argentina las cosas escaseaban. Como relata Fogwill en “Los Pichiciegos” muchas veces les daban información a los ingleses a cambio de provisiones. Y tuvieron que combatir contra el gran enemigo: el frio.  Era imposible no quejarse de los dieciocho grados bajos cero que hacía por las noches, con la ropa adecuada y todo pasaban mucho frió.

Las cartas en Malvinas eran muy difíciles de recibir, no entraban ni salían, pero de alguna forma los argentinos se las rebuscaban. La mayoría iban dirigidas a sus familias, tratando de llevar tranquilidad y pocas veces contando lo que sucedía allí.

Además, los ingleses tenían armas muy superiores. Los fusiles que tenía el regimiento argento eran muy antiguos y la mayoría funcionaba mal y hasta a algunos no funcionaban.

No tengo dudas de que los jóvenes soldados argentinos fueron víctimas de la dictadura militar, de un gobierno desorganizado que mandó a la guerra a chicos sin preparación y con armas muy inferiores.


Era amigo de Miguel



Respiré profundo y toqué la puerta. Había repasado lo que diría un montón de veces y sin embargo me parecían palabras vacías, inútiles ante tanto dolor.

De pronto la puerta se abrió y una señora, quien debía de ser Susana, me saludó.
Sra. Ramírez mi nombre es José Kraiselburd y soy, quiero decir fui, compañero de Miguel, su hijo.

Esas simples palabras le transformaron el rostro y pude ver cómo le afectaron. Tras esa inesperada presentación me invitaron a pasar al salón de la casa donde estaba sentado Rodolfo. Después de las presentaciones, que aunque no eran necesarias sirvieron para romper el hielo, la habitación se sumió en el más profundo silencio. Me senté y miré mis manos unidas en mi regazo y pensé en la gran cantidad de cosas que podría estar haciendo en ese momento de no estar aquí. Pero que egoísta era mi pensamiento, por lo menos yo podía estar haciendo algo, yo estaba vivo pero aun así me quejaba de un momento incomodo. Levante la vista y empecé a hablar con total normalidad.

-Quería hacer esto hace tiempo, pero demoré bastante en venir, tanto que pensé que no les haría bien que viniera.

- Miguel era un gran amigo. Era muy bueno redactando y quería ser escritor, aunque creo que eso ya lo sabían. En cambio yo, era pésimo y mi letra aun sigue siendo ilegible. Me acuerdo que me encargaba de buscar papel y lapicera y él escribía las cartas. Obviamente le decía que quería contarles a mis familiares y “Migue” le daba ese… color, por así decirlo.

-La cuestión es que dos días antes de que atacaran nuestra trinchera estaba escribiendo las cartas. Las hizo y me las dio para que las mandáramos a llevar. Las tenía todavía encima cuando me entere que lo habían herido. Cuando lo vi me di cuenta, se estaba muriendo, - al decirles esto no pude evitar llenar mis ojos de lágrimas- estaba tirado en el suelo frio y seguía pensando en los otros, en mí, en ustedes. Me hizo prometer que les daría la carta. Que les traería lo que escribió sin importar el tiempo que llevara.

Al decir esto saqué un sobre gastado del interior de la campera y lo miré, tantas veces lo había sacado para volverlo a guardar pensando que pronto lo entregaría a sus destinatarios. Extendí el sobre y se lo di a Rodolfo. En silencio lo tomó en sus manos y lentamente lo abrió. En su interior un pequeño papel amarillo se burlaba de semejante envoltorio. Rodolfo levantó la vista y dijo que le gustaría leerlo en voz alta si no me importaba, al negar con la cabeza comenzó la lectura.

Viejos:

Los voy a cansar con las cartas. Cada semana una nueva, y para colmo no son nada alegres. Sinceramente no sé bien a qué fecha estamos pero es junio, a mi me parecen cien años desde que me fui, ya no me importan los rumores que a veces viajan desde mis cartas hasta casa. Poco me importan los feos momentos que pasamos por acá, porque viejo ¡dentro de poco cumplís 50! Me hubiera gustado estar ahí con vos festejándolos, pero se me va a hacer imposible, tengo unos asuntitos que atender por acá.

Es increíble como todo acá parece irreal, es otro mundo totalmente diferente a lo que pensábamos. Todo nuestro empeño está puesto en sobrevivir, y en combatir apenas. 

Tenemos sueño, frío y comemos mal, muchos dejaron de creer que hubo problemas con la entrega de las provisiones, creen que no nos las mandan, y aunque todavía tengo fe, el clima que predomina acá es de angustia, miedo y enojo. Hay chicos muy jóvenes, incluso más que yo, y a veces los encuentro lagrimeando solos, seguramente pensando en sus familias y en alguna que otra novia. Los entiendo porque yo mismo me siento así, aunque por suerte tengo buenos compañeros, sobre todo un pilluelo llamado José. ¡Este sí que es un soldado! Cuando volvamos lo voy a llevar a casa para que lo conozcan. Me enseñó mucho de armas y algunos trucos que nos salvan en más de una ocasión, pero más que nada es un buen hombre y un buen amigo. Creo que es lo único bueno en medio de esta guerra, lo único por lo que valió la pena venir hasta acá.

La clave estaba en las alianzas



Con la llegada de la Revolución Industrial en la segunda mitad del Siglo XIX en Europa dominaba el Reino Unido en todos sus aspectos. Alemania y Estados Unidos aparecían como grandes imperios que le disputaban ese predominio. Hacia finales de Siglo en el Viejo Continente se había desarrollado una gran cantidad de armas, y la guerra estaba por llegar. Como resultado de esto se creó un sistema de alianzas. Alemania, Austria-Hungría e Italia conformaban la Triple Alianza y Francia, Reino Unido y Rusia eran los Aliados.

La Primera Guerra Mundial o mejor denominada como la Gran Guerra, comenzó con un conflicto regional como lo era el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en manos de un serbio.

El 28 de julio de 1914 el imperio austro- húngaro apoyado por Alemania le declaró la guerra a Serbia. Las operaciones que tuvieron lugar durante el primer año se basaban en rápidos ataques con el objetivo de sorprender a los adversarios, como esta estrategia fracasó, Alemania adoptó por mantenerse a la defensiva. En la novela del alemán Erich Remarque “Sin novedad al frente”  se aprecia como los soldados pasaban los días sin mayores alteraciones. “Son horas en que se vive maravillosamente, sin pensar en nada” (p. 3)

Sin embargo, en 1917 Rusia produjo un giro importante al retirarse de la guerra. Debido a la “escases” que vivía y los constantes cambios en el gobierno, como lo evidencia León Tolstoi en su novela “La Muerte de Iván Illich” presentando una fuerte crítica al modo de vida de la sociedad rusa de aquella época.

Con el fin de la guerra, el imperio alemán y ruso perdieron una gran cantidad de territorio y los imperios Austro-Húngaro y Otomano quedaron disueltos por completo. Pero lo que puso fin oficialmente al estado de guerra entre Alemania y los Aliados fue el Tratado de Versalles, un acuerdo de paz firmado en 1919.
Sin embargo, el tratado no perduró demasiado en el tiempo y fue violado por Adolf Hitler, líder del partido Nazi, en los años ´30.

El periodo entreguerras se caracterizó por una profunda crisis, por el ascenso de los regímenes autoritarios y el fascismo en Italia bajo el mando de la dictadura de Benito Mussolini.

El uso por primera vez de armas nucleares generó que las consecuencias con respecto a la Gran Guerra fueran mucho peores. Más de cincuenta millones de víctimas y ciudades enteras destruidas. Por esto, la Segunda Guerra Mundial fue el enfrentamiento bélico más grande de la historia.
Y otra vez las alianzas hicieron que se vieran involucrados la mayor parte de los países del mundo. Los aliados, con Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, la Unión Soviética y Polonia por un lado. Y por el otro las Potencias del Eje, con la Alemania Nazi, la Italia Fascista, Japón y Rumanía.

La victoria nuevamente fue para Los Aliados en 1945 dejando a Estados Unidos y la Unión Soviética como las superpotencias a nivel mundial, creando el escenario para la Guerra.
El conflicto se suscito con la invasión de la Alemania Nazi a Polonia, el 1 de septiembre de 1939 e inmediatamente Gran Bretaña y Francia declararon estado de guerra al imperio germano.

Días después, luego de ser bombardeada hasta arder en llamas, se rinde Varsovia. El ataque relámpago alemán duro menos de un mes y como narra el escritor polaco Wladyslaw Szpilman en su novela “El pianista del guetto de Varsovia”, en el que relata las condiciones infrahumanas por las que pasó la población.”Encontré la ciudad irreconocible. ¿Cómo podía haber cambiado de aspecto tanto, tan completamente, en solo unas horas?” (p. 7, 1945).

Esta ciudad vapuleada por el racismo de Hitler, sufrió unos años más tarde el ataque nazi y en solo cuatro semanas murieron allí 56 mil judíos.

Pero el mal iba a llegar a su fin. La batalla de Stalingrado  fue el punto de quiebre del nazismo en Europa con una victoria decisiva de la Unión Soviética. Considerada como el enfrentamiento más sangriento de la historia con dos millones de víctimas, la batalla de Stalingrado confirmo la caída de Adolf Hitler llevando a Alemania a la ruina.